2-Dado lo difícil que se lo hemos puesto a la pobre Rosa de Medianoche para terminar la historia, este último capítulo ha salido un poco más largo que los anteriores, así que he recibido dividirlo en dos. La segunda parte saldrá pasado mañana.
VIII
Lo sabía, pensó Psycho. Lenin estaba frente a
ella con palabras más que satisfactorias:
-Creo que sé dónde está la piedra Ónix, así
que solo falta que la tenga quien creo que la tiene: Lex. Si no me equivoco,
estuvo saliendo una temporada con Pandora y... Si ella y Frey fueron los
últimos tener la piedra, hay posibilidades de que la tenga Lex, ¿no crees,
Psycho? –Su tono rozó la arrogancia.
-Ya... ¿Y por qué debería creerte ahora,
Lenin? –La desconfianza bañaba su rostro mientras intentaba camuflar su voz dubitativa.
-Porque soy el hijo ilegítimo de El Jefe
de los Miyoui. –Le contestó con una mirada ponzoñosa recubierta de odio.
-Pruébalo –En esos momentos hubiese
preferido morir antes de reconocer que la inesperada respuesta de Lenin le
produjo pequeños espasmos por todo el cuerpo.
Los ojos de Lenin cambiaron repentinamente
de color. El azul cielo que decoraba su iris se tornó violeta, y tan rápido
como había cambiado, se destiñó; para que le siguiera un tétrico tinte amarillo
carente de vida.
-No me hace falta. Sabes que llevo razón y
que por pocas posibilidades que tenga de estar en lo cierto no necesito más. Esta,
eh... conversación contigo me ha hecho darme cuenta de que sé que Lex es el actual propietario de la piedra Ónix; aunque no
por mucho tiempo. Psycho –La rivalidad entre ellos era indudable, y aún así,
supieron que era ahora o nunca-, te lo pediré en contra de mi voluntad: te
necesito para matar a Pandora.
El bochorno que estaba pasando Lenin en
aquella tesitura hizo que Psycho se animase, así que, al no conseguir terminar
la frase con una pregunta, ella decidió divertirse a su costa, y si de paso
podía hacerle sentir inferior y pasar vergüenza, mejor. El enano se estaba
pasando de la raya y se lo haría pagar de aquella manera. Diez minutos tuvo Lenin
que tolerar las toscas mofas de Psycho para oír un de acuerdo. Una respuesta afirmativa un tanto tardía para su gusto.
***
Diana continuó andando por el pasillo
blanco, sin rumbo. Las sensaciones, más que recuerdos, la invadían de arriba a
abajo. No sabía por qué, pero besar a Lex había despertado en ella una parte
dormida. Y se encendió. Paró repentinamente el acompasado movimiento de sus
pies. Una luz sin brillo y nitidez le dijo que tiempo atrás, ese desconocido al
que acababa de besar fue algo más que su novio, pareja o compañero; fue su
mitad, la pieza devuelta de ese puzzle que completaba su yo y que le hacía
querer vivir para siempre. Y lo comprendió todo. Un diamante líquido resbaló
por sus pestañas y unos dedos temblorosos lo extinguieron.
Echó a correr lo más rápido que sus fatigosas
extremidades le permitieron con la esperanza de poder alcanzarle. En mitad de
la carrera fue a parar a una bifurcación. ¿Por dónde? Una corazonada le dijo
que siguiese por la derecha y que, una vez en el pasillo, llamase a la puerta familiar
y desconocida. Golpeó con cierta desesperación la puerta metálica de un blanco
impoluto que se postraba frente a ella. No hubo respuesta. Una impotencia sin
nombre la asaltó sin avisar, se giró, cerró los ojos y respiró. Cuando los
abrió encontró el rostro de Lex tan cerca que se sobresaltó, y él, para
tranquilizarla, le sonrió y le limpió la humedad de las mejillas con unos dedos
cálidos y reconfortantes.
-Pensaba que no querrías...
-¿Que no querría qué?
Pandora tragó, le miró fijamente y le
dijo:
-Lex, ¿dónde está la piedra Ónix?
La respuesta de Lex fue un beso
apasionado, aliviado y feliz. Ella, protegida entre sus brazos, supo que con
sus labios le estaba dando la bienvenida. Nunca imaginó que el beso del
reencuentro fuese así: impaciente y posesivo. Aunque tuvo que reconocerlo, se
derretía. Entera. Al separarse de él se preguntó cómo era posible que todavía
hubiese partes sólidas en ella.
-Pandora... –Lex encerró el rostro de ella
entre sus manos y comenzó a besarla con los ojos-. Te he echado tantísimo de
menos que... –frunció el ceño al darse cuenta de que...- ¿Cómo lo has recordado?
-No creo que se le puedan llamar recuerdos
–contestó con una sonrisa tímida-, pero más o menos. De todas maneras, lo único
que recuerdo con nitidez es una extraña caja de madera labrada con muchas
piedras incrustadas y no creo que eso pueda servir de mucho. Lex, no tengo una
historia que contar porque no tengo mis
recuerdos, pero sí que capto las sensaciones de mi pasado. Tú las has
despertado, y –Le puso un dedo en los labios para evitar que se le adelantase-
no preguntes cómo, porque no lo sé. Solo sé que
tenemos que hacer algo con esa piedra pero ya. Pero antes me gustaría
aclarar una cosa: las imágenes que hay en mi cabeza son recuerdos lejanos que
no me pertenecen, no son míos; pero, a pesar de no tener los míos sé que una
vez te amé, y me gustaría volver a hacerlo con mi yo de ahora, si me concedes
el honor de volver a ser tuya.
-Honor concedido –Con la mano derecha
levantó su barbilla y la besó-. Te quiero. Siempre lo haré.
Pandora sonrió.
-Amores aparte –dijo. Lex soltó una risa
indescriptiblemente cálida y alegre. Tanto, que Pandora temió que su felicidad
se humedeciese y le recorriese la cara.- ¿Qué leches hacemos con esa piedra que
no hace más que traer problemas?
-Tengo un plan.
***
-¡Vértebra! –susurró en grito Julián-. ¡¿Qué
coño haces?! Al cementerio no se va por ahí, atontado.
-¿Te importa? Si vamos a hacer esto juntos
le agradecería a su señoría que dejase de insultarme, ¿estamos, listillo? No me
da la gana ir al cementerio porque no pienso utilizar el cuerpo de una persona.
Aunque esté muerta sigue siendo una persona y no pienso usar su envoltorio.
-Pues ya me dirás tú qué hacemos para que
Psycho y los demás se traguen que Pandora está muerta.
-Con metal.
Julián pensó durante unos segundo
infinitos la respuesta de Vértebra. Viendo que no llegaba a la conclusión,
preguntó:
-¿Cómo?
-Mira, pocas luces, construimos un
autómata del tamaño de Pandora y con tus poderes de Ser Superior lo transformas,
o camuflas, o disfrazas, como gustes.
***
No había tiempo que perder. Lenin y Psycho
fueron directamente a la habitación de Lex. Llamaron a la puerta durante un
intervalo de tiempo aceptable y, lo aceptasen o no, no había nadie que abriera
desde dentro. Lenin maldijo por lo bajo.
-¿Siguiente movimiento, Lenin? Dentro de
una hora empezará el juicio.
Lenin atrapó la muñeca de Psycho con una
fuerza aterradora y se la llevó de los pasillos de las residencias del
Instituto para llevarla a su despacho. El comportamiento de Lenin hizo mella en
ella cuando se dio cuenta de que la llevaba a su despacho.
-¡Suéltame! –Gritó soltándose de un tirón-.
¿Crees que no sé llegar a mi propio despacho?
Se encerraron en él y comenzaron a planear
lo que harían en el juicio.
***
-Uff..., por poco –susurró Lex.
Los dos seguían con la mirada fija en la
puerta que momentos antes estaban aporreando Psycho y Lenin. Después de
recuperar la piedra de su escondite en la habitación de Lex y cerrar la puerta,
les había dado el tiempo justo a torcer la esquina que había cinco puertas más
allá cuando esos dos aparecieron con caras de demonio.
-Pandora, tengo que ir a hacer una cosa
antes del juicio. Por favor, quédate aquí y no te muevas hasta que sea la hora
de ir, ¿vale?
Y allí pasó los cincuenta minutos más
largos y más cortos de su vida, tirada en el suelo y abrazándose a sí misma;
procurando no pensar en lo que el futuro le aguardaba. Los diez minutos
restantes los gastó en el camino de vuelta a su habitación. Si no estaba allí
cuando fueran a buscarla se formaría un tumulto impresionante. Así que decidió
evitarlo.
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