El Círculo de fuego VIII

1- Perdón (otra vez) por el retraso en la publicación, ¡pero lo bueno se hace esperar!

2-Dado lo difícil que se lo hemos puesto a la pobre Rosa de Medianoche para terminar la historia, este último capítulo ha salido un poco más largo que los anteriores, así que he recibido dividirlo en dos. La segunda parte saldrá pasado mañana.

VIII


Lo sabía, pensó Psycho. Lenin estaba frente a ella con palabras más que satisfactorias:

-Creo que sé dónde está la piedra Ónix, así que solo falta que la tenga quien creo que la tiene: Lex. Si no me equivoco, estuvo saliendo una temporada con Pandora y... Si ella y Frey fueron los últimos tener la piedra, hay posibilidades de que la tenga Lex, ¿no crees, Psycho? –Su tono rozó la arrogancia.

-Ya... ¿Y por qué debería creerte ahora, Lenin? –La desconfianza bañaba su rostro mientras intentaba camuflar su voz dubitativa.

-Porque soy el hijo ilegítimo de El Jefe de los Miyoui. –Le contestó con una mirada ponzoñosa recubierta de odio.

-Pruébalo –En esos momentos hubiese preferido morir antes de reconocer que la inesperada respuesta de Lenin le produjo pequeños espasmos por todo el cuerpo.

Los ojos de Lenin cambiaron repentinamente de color. El azul cielo que decoraba su iris se tornó violeta, y tan rápido como había cambiado, se destiñó; para que le siguiera un tétrico tinte amarillo carente de vida.

-No me hace falta. Sabes que llevo razón y que por pocas posibilidades que tenga de estar en lo cierto no necesito más. Esta, eh... conversación contigo me ha hecho darme cuenta de que que Lex es el actual propietario de la piedra Ónix; aunque no por mucho tiempo. Psycho –La rivalidad entre ellos era indudable, y aún así, supieron que era ahora o nunca-, te lo pediré en contra de mi voluntad: te necesito para matar a Pandora.

El bochorno que estaba pasando Lenin en aquella tesitura hizo que Psycho se animase, así que, al no conseguir terminar la frase con una pregunta, ella decidió divertirse a su costa, y si de paso podía hacerle sentir inferior y pasar vergüenza, mejor. El enano se estaba pasando de la raya y se lo haría pagar de aquella manera. Diez minutos tuvo Lenin que tolerar las toscas mofas de Psycho para oír un de acuerdo. Una respuesta afirmativa un tanto tardía para su gusto.

                                                      ***

Diana continuó andando por el pasillo blanco, sin rumbo. Las sensaciones, más que recuerdos, la invadían de arriba a abajo. No sabía por qué, pero besar a Lex había despertado en ella una parte dormida. Y se encendió. Paró repentinamente el acompasado movimiento de sus pies. Una luz sin brillo y nitidez le dijo que tiempo atrás, ese desconocido al que acababa de besar fue algo más que su novio, pareja o compañero; fue su mitad, la pieza devuelta de ese puzzle que completaba su yo y que le hacía querer vivir para siempre. Y lo comprendió todo. Un diamante líquido resbaló por sus pestañas y unos dedos temblorosos lo extinguieron.

Echó a correr lo más rápido que sus fatigosas extremidades le permitieron con la esperanza de poder alcanzarle. En mitad de la carrera fue a parar a una bifurcación. ¿Por dónde? Una corazonada le dijo que siguiese por la derecha y que, una vez en el pasillo, llamase a la puerta familiar y desconocida. Golpeó con cierta desesperación la puerta metálica de un blanco impoluto que se postraba frente a ella. No hubo respuesta. Una impotencia sin nombre la asaltó sin avisar, se giró, cerró los ojos y respiró. Cuando los abrió encontró el rostro de Lex tan cerca que se sobresaltó, y él, para tranquilizarla, le sonrió y le limpió la humedad de las mejillas con unos dedos cálidos y reconfortantes.
-Pensaba que no querrías...

-¿Que no querría qué?

Pandora tragó, le miró fijamente y le dijo:

-Lex, ¿dónde está la piedra Ónix?

La respuesta de Lex fue un beso apasionado, aliviado y feliz. Ella, protegida entre sus brazos, supo que con sus labios le estaba dando la bienvenida. Nunca imaginó que el beso del reencuentro fuese así: impaciente y posesivo. Aunque tuvo que reconocerlo, se derretía. Entera. Al separarse de él se preguntó cómo era posible que todavía hubiese partes sólidas en ella.

-Pandora... –Lex encerró el rostro de ella entre sus manos y comenzó a besarla con los ojos-. Te he echado tantísimo de menos que... –frunció el ceño al darse cuenta de que...- ¿Cómo lo has recordado?

-No creo que se le puedan llamar recuerdos –contestó con una sonrisa tímida-, pero más o menos. De todas maneras, lo único que recuerdo con nitidez es una extraña caja de madera labrada con muchas piedras incrustadas y no creo que eso pueda servir de mucho. Lex, no tengo una historia que contar porque no tengo mis recuerdos, pero sí que capto las sensaciones de mi pasado. Tú las has despertado, y –Le puso un dedo en los labios para evitar que se le adelantase- no preguntes cómo, porque no lo sé. Solo sé que  tenemos que hacer algo con esa piedra pero ya. Pero antes me gustaría aclarar una cosa: las imágenes que hay en mi cabeza son recuerdos lejanos que no me pertenecen, no son míos; pero, a pesar de no tener los míos sé que una vez te amé, y me gustaría volver a hacerlo con mi yo de ahora, si me concedes el honor de volver a ser tuya. 

-Honor concedido –Con la mano derecha levantó su barbilla y la besó-. Te quiero. Siempre lo haré.

Pandora sonrió.

-Amores aparte –dijo. Lex soltó una risa indescriptiblemente cálida y alegre. Tanto, que Pandora temió que su felicidad se humedeciese y le recorriese la cara.- ¿Qué leches hacemos con esa piedra que no hace más que traer problemas?

-Tengo un plan.
                                                 ***
-¡Vértebra! –susurró en grito Julián-. ¡¿Qué coño haces?! Al cementerio no se va por ahí, atontado.

-¿Te importa? Si vamos a hacer esto juntos le agradecería a su señoría que dejase de insultarme, ¿estamos, listillo? No me da la gana ir al cementerio porque no pienso utilizar el cuerpo de una persona. Aunque esté muerta sigue siendo una persona y no pienso usar su envoltorio.

-Pues ya me dirás tú qué hacemos para que Psycho y los demás se traguen que Pandora está muerta.

-Con metal.

Julián pensó durante unos segundo infinitos la respuesta de Vértebra. Viendo que no llegaba a la conclusión, preguntó:

-¿Cómo?

-Mira, pocas luces, construimos un autómata del tamaño de Pandora y con tus poderes de Ser Superior lo transformas, o camuflas, o disfrazas, como gustes.

                                                 ***

No había tiempo que perder. Lenin y Psycho fueron directamente a la habitación de Lex. Llamaron a la puerta durante un intervalo de tiempo aceptable y, lo aceptasen o no, no había nadie que abriera desde dentro. Lenin maldijo por lo bajo.

-¿Siguiente movimiento, Lenin? Dentro de una hora empezará el juicio.

Lenin atrapó la muñeca de Psycho con una fuerza aterradora y se la llevó de los pasillos de las residencias del Instituto para llevarla a su despacho. El comportamiento de Lenin hizo mella en ella cuando se dio cuenta de que la llevaba a su despacho.

-¡Suéltame! –Gritó soltándose de un tirón-. ¿Crees que no sé llegar a mi propio despacho?

Se encerraron en él y comenzaron a planear lo que harían en el juicio.

                                                   ***

-Uff..., por poco –susurró Lex.

Los dos seguían con la mirada fija en la puerta que momentos antes estaban aporreando Psycho y Lenin. Después de recuperar la piedra de su escondite en la habitación de Lex y cerrar la puerta, les había dado el tiempo justo a torcer la esquina que había cinco puertas más allá cuando esos dos aparecieron con caras de demonio.

-Pandora, tengo que ir a hacer una cosa antes del juicio. Por favor, quédate aquí y no te muevas hasta que sea la hora de ir, ¿vale?

Y allí pasó los cincuenta minutos más largos y más cortos de su vida, tirada en el suelo y abrazándose a sí misma; procurando no pensar en lo que el futuro le aguardaba. Los diez minutos restantes los gastó en el camino de vuelta a su habitación. Si no estaba allí cuando fueran a buscarla se formaría un tumulto impresionante. Así que decidió evitarlo.
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