El Círculo de fuego III

Disfrutad del capítulo de Alejandro Guerrero:

                                                  III

Es tarde,
Fuego,
Demasiado tarde,
Más fuego,
Insultantes bailarinas etéreas,
Suben del suelo
Para acariciarme.
¿Quiero?
Quiero,
No me moveré,
Me fundiré con la estancia,
El ardor se llevará mi cuerpo.
Será cosa del tiempo,
Corazón que fallece,
Uñas dientes y pelo
En poco desaparecen.

Es curiosa la manera en que nuestra propia mente nos protege y nos destruye a su antojo frente a los distintos impulsos externos. Mientras Psycho trataba de leer sus más profundos secretos, violentando de alguna forma sus recuerdos, sus vivencias, su mente, éstos se arremolinaban dentro de su cabeza, chocaban unos con otros, se mezclaban, se deshacían en su cabeza y lo único que se dejaba mostrar eran esas palabras, que lejos de tener algún sentido para Diana, hacían de su inconsciencia un letargo doloroso. 

Cuando despertó, se encontraba en la misma sala blanca tendida en el suelo como un muñeco de trapo cansado de una larga tarde de juegos, rodeada de personas que la miraban con precaución, como si el fuego que apareció en sus pensamientos fuese real y saltasen de sus ojos chispas que pudiesen estallar en cualquier momento. Psycho era la única en aquella anodina sala que no paraba quieta. Deambulaba de un lado a otro preguntándose qué había podido salir mal. Se sentía humillada, como un adolescente que haya sufrido un gatillazo en su enésima relación sexual con una joven exultante que no conceda segundas oportunidades. Por primera vez había sido incapaz de acceder a los pensamientos de una persona y, para colmo, esa persona estaba débil y acorralada. La única esperanza que albergaba en su fuero interno era que aquella muchacha fuese Pandora. Si lo era por lo menos había perdido contra una mente altamente entrenada durante años y que tenía motivos para ocultar sus pensamientos; en caso de que no lo fuese… era impensable barajar esa posibilidad. Debía aferrarse a la seguridad de encontrarse frente a la mismísima Pandora, aquella que sucumbió al uso irresponsable de su poder y aquella que habría de pagar por todo el daño que hizo. 

-Es evidente que es Pandora. El hecho de que no haya podido penetrar en su mente requiere de una maldad y un poder que sólo ella puede reunir –sentenció definitivamente Psycho ante el grupo que seguía observando cada movimiento que hacía aquella chica misteriosa que seguía tendida en el suelo.

Tras estas palabras se produjo un leve murmullo y el grupo se dividió en dos, aquellos que apoyaban la tesis de Psycho y los que la rechazaban. Si bien es cierto que el grupo que rechazaba que aquella pudiese ser Pandora era bastante reducido, entre ellos estaba Vértebra, cuyas palabras infundían un gran respeto. Éste ardía en deseos de encontrar y capturar a Pandora, pero las circunstancias le impedían darse por satisfecho. Es cierto que el poder de aquella chica era el mismo, y que Psycho había fracasado en el intento de leer su mente, pero también es cierto que aquella mujer enfundada en una túnica blanca raída ya no era quien fue y su excentricismo y su propio orgullo le impedían ponerse de su lado. Pandora no se habría dejado atrapar tan fácilmente y mucho menos en aquellas circunstancias, rodeada de fuego a las tantas de la madrugada en un parque público. Aquello no parecía obra de esa muchacha ególatra y presuntuosa que los había traicionado, no. Sin embargo, existía cierto parecido entre ellas y tenían un carácter igual de desagradable. Ambas que le hacía dudar, pero no era esto suficiente como para exponerla al suplicio que a la verdadera Pandora le correspondía.

Cuando la sala empezó a llenarse con las voces de aquellas extrañas personas que la rodeaban y que parecían dispuestas a decidir sobre su futuro, Diana empezó a incorporarse, recobrando poco a poco el control de la situación y dominando el pánico que la sobrevenía desde que despertó misteriosamente en aquella habitación. La única voz que su movimiento no consiguió acallar fue la de aquella mujer que le tocó la frente antes de desmayarse y que parecía muy agitada y contrariada.

-Pandora debe ser juzgada por sus actos inmediatamente, debemos reunir al tribunal, antes de que caiga el sol –puntualizó finalmente y desapareció por la puerta antes de que otros le pudiesen llevar la contraria.

Poco a poco aquellos que apoyaban a Psycho salieron de la habitación, no sin antes echar un último vistazo a la inmóvil joven que estaba ahora de pie, como una estatua, vulnerable sabiendo, o sin saber lo que se le venía encima. Finalmente aquellos que renegaban que la que se había presentado como Diana fuese Pandora también decidieron marcharse, más cabizbajos éstos, avergonzados de la situación e impotentes por no poder hacer nada para contravenir las palabras de la mujer que había intentado leerle la mente a aquella chica.

El único que permaneció en la sala fue Vértebra, que seguía negándose a aceptar haber encontrado a Pandora y que notaba como una extraña sensación brotaba de su pecho hacia su boca, una especie de instinto paternal que nunca antes hubo sentido y que la impulsaba a hacer algo, lo que fuese, aunque no sabía el qué.

*¿Qué nos tendrá preparado Rosa de Medianoche?*
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