La Puerta IV



IV

Marina no tardó en resignarse ante la idea de que nunca saldría de allí, aunque, para no deprimirse mucho pensando en eso, se dijo que al menos, si Maurice le había hecho caso, había logrado salvarlos a todos, y con ello, retrasar la catástrofe un poco más.

Se metió las manos a los bolsillos, buscando en ellos algo con lo que matar el tiempo. No esperaba encontrar nada, y sin embargo, cual fue su asombro al encontrar en uno de ellos una cadena con un colgante metálico de color verde. Súbitamente, recordó como había descubierto a Nalah despertándola aquella mañana, con la mano es su bolsillo. Tal lo estuviese imaginando, pero le pareció que el muchacho le había sonreído, aunque en ese momento ella no se había dado cuenta. Y entonces Marina sonrió también. Tenía un plan.

Se colgó el amuleto al cuello y se concentró en el soldado que le había robado la piedra Ima. Cuando ya pensaba que todo aquello no iba a funcionar, se miró las manos, que se habían vuelto garras escamosas de múltiples dedos. Se puso en pie y empezó a aporrear la puerta y a gritar ayuda con la voz siseante y molesta de aquellos monstruos. Al cabo de unos quince minutos, otro reptil que pasaba por el pasillo llegó hasta ella.

-¿Izher? ¿Qué haces tú ahí dentro?

-¡La prisionera! La prisionera me ha engañado. Me hizo entrar aquí, me golpeó por la espalda, me robó las llaves y se largó dejándome aquí dentro.

-¡Rápido Izher! ¿Por donde se fue?

Marina señaló la dirección opuesta a la que iba a tomar ella, y el reptil salió corriendo. En cuanto se perdió de vistan, subió escaleras arriba. Echó a andar por el primer corredor que encontró desierto, y siguió buscando la salida hasta que algo le llamó la atención. Se trataba de una puerta de madera, con dragones y serpientes que se movían por el marco. Una puerta igual que la que la había llevado hasta allí.

Se encaminó hasta ella, y justo cuando iba a levantar la mano (o más bien, la garra) para abrirla, dos reptiles aparecieron prácticamente de la nada y la rodearon.

-¿Qué haces entrando a la sala de la Llave, Izher?-siseó uno.-No tienes permiso.

-No iba a entrar.-respondió Marina, intentando parecer resuelta.- Estaba buscando refuerzos. Una prisionera ha escapado. Bajad a las mazmorras a capturarla antes de que salga de la Fortaleza.

-¿Y, tú?

-Yo seguiré avisando a gente. Cuantos más, mejor. Es astuta y muy peligrosa. 

En cuanto doblaron la esquina, Marina abrió la puerta y entró en la habitación. Se trataba de una sala vacía con un gran ventanal de cristal. En sobre el suelo se alzaba una enorme tarima redonda de piedra blanca. Tenía anillo de símbolos extraños grabados a su alrededor, rematado por una pequeña gema translúcida que resplandecía con un brillo dorado. Tenía que ser la Llave, Marina estaba segura. Se acercó para cogerla, pero sus nuevas y afiladas garras se lo impedían, de modo que se concentró y volvió a transformarse en sí misma. Cuando se disponía guardar la gema entre su ropa para volver a transformarse y salir de allí, oyó como la puerta se abría de nuevo a sus espaldas. En su umbral se hallaban cuatro monstruos-reptil, mirándola fijamente con sus cuatro ojos y con las espadas desenvainadas. Se acercaron a ella, y Marina supo que no tenía escapatoria.

***

Pero entonces se oyó un rugido colosal, y el ventanal que la chica tenía detrás se rompió, arrojando sobre ella una lluvia de pequeños cristales. Una criatura colosal irrumpió en la estancia y cogió a Marina de la cintura con su enorme garra. Para cuando quiso darse cuenta, se alejaba de Konlor atrapada por un gigantesco y feroz dragón rojo. A pesar de que procuró no llamar su atención, al poco el monstruo giró su cabeza hacia ella y abrió sus fauces. Pero en lugar rugir o escupir fuego, habló.

-¿Sabes qué? He cambiado de opinión. Sí que mereces que me juegue la vida.

-¡Nalah!-exclamó Marina, anonadada.- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo te has transformado en un dragón? Espera… ¿Cuándo has tocado tú a un dragón?

-Bueno… cuando los prisioneros empezaron a aparecer en el bosque, Shania intentó llevar a cabo nuestro teletransporte, pero no funcionaba. Entonces supe que algo malo te había pasado. Y me salvaste la vida a la entrada de Konlor así que…

-¡Oh, Nalaha!-se emocionó ella, abrazando la zarpa del dragón.

-Esto, Marina…-dijo él, con un deje preocupado.- Creo que alguien se acuerda de mí. Y no viene solo.
Entonces se oyó un rugido. La joven miró hacia atrás y vio otro dragón idéntico a Nalah, que llevaba sobre su lomo a tres soldados. Sin detenerse, Nalah exhaló una llamarada sobre sus enemigos, y acto seguido, aprovechando su desconcierto, descendió en picado hacia los árboles. Gracias a la velocidad del cuerpo que había adoptado, ya se encontraban sobrevolando el bosque de Alandor.

Aterrizaron bruscamente y, nada más tocar el suelo, Nalah recuperó su forma habitual. Sin decir ni una sola palabra, cogió a Marina de la mano y la guió entre la vegetación. En unos minutos aparecieron en un claro lleno de gente, había tanta que Marina no se explicaba como no los había oído mientras se acercaban. Había arqueros, espadachines, un par de hechiceros y luego, simples campesinos. Por otra parte, también se encontraban allí todos los prisioneros que habían escapado gracias a la piedra Ima. Maurice caminaba con preocupación de un lado a otro del claro, mientras Stelle intentaba tranquilizarle.
 
-¡Shania!-exclamó Nalah.-¡Tenemos la Llave! ¡Abre el portal!

El claro se sumió en gritos de júbilo.

-¡Eso es magnífico! Pero dime, ¿qué ha…?

-No tiempo.- la urgió él.- Nos han descubierto. Nos persiguen con un dragón. No tardarán en llegar.

Como si quisiera secundarle, el rugido del dragón inundó el claro, y se oyeron chillidos de pánico.

-¿Quién tiene la Llave?-preguntó Shania, intentando infundir tranquilidad entre la multitud. Marina se la sacó de debajo de la camisa y se la entregó.- Bien. Dejadme espacio.

Todos se apartaron de la hechicera, que se sentó en el suelo, sosteniendo la Llave por encima de su cabeza. Cerró los ojos y empezó a entonar una rápida letanía de palabras en un idioma antiguo, y, de pronto, una brecha luminosa hendió el  espacio frente a ella. Lentamente, fue haciéndose cada vez más grande. Entonces Shania se puso en pie, y ordenó a los prisioneros que fuesen atravesando la Puerta que acababa de abrir para ellos. La última en cruzar fue Marina.

-Shania.-dijo, cuando se encontraba unos metros de la brecha.- Antes de irme quiero saber un cosa… ¿Por qué yo?

La hechicera se acercó a ella sonriendo.

-En tu mundo no hay magia. Pero en realidad, tampoco hay mucha diferencia entre tú y yo. Yo hago magia, pero tú tienes una gran imaginación. No son más que dos formas distintas que te permiten llevar a cabo las cosas de un modo especial, ¿no?

Marina le sonrió, y cuando estaba a punto de cruzar la puerta, Shania le habló de nuevo.

-Toma.-dijo, y puso en su mano la Llave, que seguía emitiendo ese brillo dorado.

-¿Qué? ¿No ibas a destruirla?-preguntó Marina, que no salía de su asombro.

-Sí.-confirmó ella.- Pero creo que estará mejor en tus manos. Y con ella, si te concentras…

-Podrás venir a visitarnos de vez en cuando.- terminó Nalah. Marina pensó que se había ido, pero estaba apoyado contra el tronco de un árbol cercano. Y por primera vez, la chica estaba segura de que sonreía.

De modo que, con la Llave en firmemente sujeta en una mano, se plantó finalmente frente a la Puerta.

Y, sabiendo que volvía a casa, pero con la certeza de que podría volver, si así lo deseaba, la cruzó.

Y la Puerta se cerró. 

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