Mi hada de Luz

La chica se sentía observada desde hacía rato, pero, ¿quién iba a andar por allí a esas horas? Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando oyó una voz suave y sugerente a su espalda.
-¿Qué haces aquí tú sola?- la mucha se giró. Ante ella había un joven alto y delgado, de tez pálida y fino cabello castaño. Pero lo más impresionante de todo eran sus ojos, azules, fríos e inexpresivos como el hielo. Cuando él habló por segunda vez, ya estaba tendida en el suelo, muerta.

-Me equivoqué.-susurró para sí mismo, y un atisbo de lástima asomó en su semblante imperturbable. Posó su mano sobre el cuerpo inerte de la chica, que desapareció con un súbito resplandor.-Al menos nadie sufrirá.-se dijo. Sería como si nunca hubiese existido.

La luz de la Luna brilla sobre la azotea, y allí estaba ella, contemplándola. Así, con su semblante de porcelana, su cabello dorado y su sencillo vestido blanco ondeando con la brisa y el astro de los enamorados reflejado en sus ojos llenos de luz, parecía la estatua de una diosa griega esculpida en mármol. De repente, sintió como alguien le asía el brazo suavemente pero con firmeza.
-¡Suéltame!-chilló, aún sin saber que quien se trataba.
-No voy a hacerte daño, Alba. Mírame a los ojos.-susurró su captor.
Alba no se molestó en preguntar como sabía su nombre. Se revolvió pero no puedo zafarse. El joven que la agarraba le cogió la barbilla y le obligó a mirarle, pero ella cerró los ojos. Tras unos instantes, sintió que la soltaban, y un rato después se atrevió a abrir los ojos: Se encontró de frente con una mirada de hielo. Podía haber huido, pero sus piernas no le respondieron. No sabía porque, pero no debía mirar a ese joven a los ojos… No obstante, un segundo después en su rostro se reflejó un ápice de desconcierto, y Alba recuperó el control de su cuerpo y salió corriendo. El no la siguió.

Al día siguiente, sobre su mesilla de noche, Alba encontró un ramo de flores con una nota.
“Esta noche en el parque. Te lo explicaré todo.
Kei”
Alba tenía la certeza de que Kei era el muchacho que la había abordado en la azotea, pero lo extraño no era eso, sino que aun sabiéndolo, iba a acudir a la cita.
Y ahí estaba él, de pie junto a un banco, con expresión serena.
-Siéntate.-dijo cuando oyó los pasos de Alba a su espalda.
Ella obedeció, y Kei, aún sin mirarla, comenzó a hablar:
-¿Sabes que la magia existe, Alba?-no esperó respuesta.- En la Tierra hay un mago, Yusen, que fue desterrado de su mundo por usar magia oscura. Pero él sabe de una manera de volver. Hay cinco tipos de hadas: De tierra, de agua, de fuego, de aire y de luz.-enumeró.
todas, al morir, recuperan su forma original. Tienen un colgante con una piedra mágica engarzada que, en el momento de su muerte absorbe todo su poder. Yusen cree que con ellos puede realizar un conjuro para abrir una brecha y volver a su mundo. Pero un mago no puede matar a un hada, pero puede darle poderes a otro para que lo haga: Ese es mi papel. Puedo controlar a la gente con la mirada, puedo matarla…
Alba estaba horrorizada, estaba con un asesino, y aún así no se movió de allí.
-¿Pero por que haces eso?-preguntó. Por toda respuesta, él la miró por fin y se sentó.
-¿Cuántos años crees que tengo, Alba?-dijo.
-Si yo tengo 16, tú debes de tener… 17 o 18, ¿no?-Él rió amargamente.
-Capturar hadas es muy difícil, pero tengo todo el tiempo del mundo. ¿18 dices? Digamos que unos 500 más.-Alba le miró con sorpresa y temor- Tengo una hermana de 10 años. Somos huérfanos y yo cuidaba de ella. Hasta que Yusen la raptó. La tiene presa, y no la soltará hasta que termine con mi tarea. Soy libre de dejarlo, pero estoy obligado al mismo tiempo. Ya llevo dos, de agua y de tierra, me quedan las de fuego y aire.

-¿Y las de luz?-preguntó Alba, intentando alejar los funestos pensamientos sobre su hermana de la mente de Kei.
-Oh, Yusen cree que ellas no tiene el poder destructivo que el necesita. Son las más hermosas de todas, y aman la vida. Pueden hacer algo extraordinario, se llama “el último deseo” Pueden pedir algo y se cumplirá, pero inmediatamente después morirán. Pero nunca lo hacen, ya te he dicho que aman la vida, la de toda criatura, pero por supuesto la suya también.

-¿Por qué me estás contando todo esto?
-Ni yo mismo lo sé. El otro día, en la azotea, intenté matarte-dijo con naturalidad- pero no quisiste mirarme a los ojos, ¿cómo lo supiste?-preguntó, más para sí que para Alba-y luego, cuando lo hiciste, no puede matarte... algo me lo impidió.
Alba y Kei siguieron viéndose, todas las noches. Un día, a la salida del colegio sucedió algo que ella no esperaba: Allí estaba él esperándola, apoyado en un árbol de esa forma que siempre lo hacía, aparentemente despreocupado pero siempre en tensión. Cuando se acercó a él y empezaron a hablar, el grupo de superficiales descerebradas de su curso se acercaron y le miraron con interés y ningún disimulo, para recelo de los novios de todas ellas.
-¿Quién es ese, Alba? ¿Tu primo?-preguntó una haciéndose la simpática.
Por primera vez desde que se conocieron, Kei río de verdad.
-¡Que va!-negó. Y sin previo aviso, cogió a Alba y la besó.


Cuando un rato más tarde la dejó frente a su portal, Alba se sintió extrañamente preocupada. Hasta ese momento, no se había dado cuenta, pero estaba segura de que aquel había sido un beso de despedida. Se apresuró para seguirle, y el echo de que él, que siempre estaba alerta, no la descubriese, no hizo sino aumentar su recelo.
De repente, sin darse cuenta habían aparecido en una cueva grande y oscura. Kei sorteaba los entramados de túneles con facilidad, lo que le hizo pensar que ya había estado allí muchas veces antes.
Se detuvo por fin, y Alba se escondió tras una pared rocosa que le permitía ver sin ser vista.
-¿Por qué me has llamado, Yusen?-dijo.
De entre las sombras salió un anciano ataviado con una túnica que exclamó:
-¡Lo sabes perfectamente! Esa chica con la que estás no te a lavado del todo el cerebro. Solo ha hecho que te olvides de tus obligaciones y de lo puede pasar si no las cumples. Pero, ¿sabes que? Me he hartado de ti. Eres bueno, sí, pero no irremplazable. Cualquier otro con algo de entrenamiento lo será tanto como tú. Pero te he preparado una sorpresa de despedida.-chasqueó los dedos y apareció una niña igual que Kei. Estaba muda de terror, pero no podía moverse, y su hermano quedó paralizado al intentar saltar sobre Yusen- No te quitaré tus poderes, verás como muere tu hermanita ante tus ojos y tendrás toda la eternidad para culparte por ello…
-¡NO!¡NO TE LO PERMITIRÉ!
Alba salió de su escondite. Yusen se rió de ella, y dijo alg así como “¿Y quien eres tú para impedírmelo?” pero a la joven no le importó. De repente sabía lo que tenía que hacer…
La cueva se iluminó con una luz cegadora, que se apagó súbitamente, y todos miraron a Alba. Kei supo que había averiguado lo que él sabía desde que la vio. Esperó con todas su s fuerzas que no hiciese lo que él estaba pensando…
Alba estaba allí de pie, pero no era la misma. Llevaba una fina túnica y tenía alas de suave pluma en la espalda, y sobre su pecho reposaba un colgante con un cristal que parecía contener todos los colores y ninguno a la vez.
-Soy El Alba. Y deseo que dejes ir a Kei y a su hermana, que les libres de tu maldición para que puedan vivir la vida que merecen, ¡y deseo también que desaparezcas!
-¡NOOO! ¡ALBAAAAA!-gritó Kei, pero fue en vano. Hubo otro fogonazo de luz, y el grito de Kei se fundió con un último chillido de terror de Yusen antes de evaporarse. Cuando todo volvió a la normalidad, Kei abrazó a su hermana, y lloró de felicidad e inmensa tristeza al mismo tiempo.
-¿Quién era?-preguntó mirando el cuerpo inerte de Alba tendido a unos metros de ellos.
Por toda respuesta, Kei lo miró también y susurró.
-Mi hada de luz.
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1 comentarios:

  1. ¡¡¡Es re lindo!!! Pero tiene algunos errores ortográficos y algún que otro gramatical, fijate de corregirlos. Besotes y seguí así, escribiendo, que lo haces genialmente. :)

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